Sentado en el suelo de una sala donde, sencillamente, no se cabía, con las piernas dislocadas y en una postura bastante incómoda, he podido asistir a lo que a mi juicio ha sido una grandiosa y chocante lección de realidad. Podría acabar con esto, dejarlo tal y como está, y de hecho he llegado a considerarlo seriamente –más corto y en Twitter–. Pero como he creído que este tema merece más, lo dejo para otro rato. ¿Y a qué viene tanto rollo? A que he podido ver –y oír– en vivo a alguien a quien admiro: Arturo Pérez-wait for it-Reverte.
Hay quien sospecha que alguien lo va a marcar en cuanto lo conozca de cerca. Yo no pretendo afirmar que hoy haya conocido a Pérez-Reverte, pero desde luego puedo decir que escucharlo en persona me ha confirmado lo que muchos tal vez sospechábamos: vivimos en un mundo bastante jodido. Y, por supuesto –y léase por favor con la voz del doblador de Samuel L. Jackson–, que “el ser humano es un hijo de puta muy peligroso”. Tarantiniano.
La cosa ha empezado bien: Pérez-Reverte afirmaba que leer libros lo empujó a colgarse la mochila del hombro y a ver el mundo con sus propios ojos, a buscar los personajes de las novelas de aventuras, a vivir peligrosamente. “Los libros que leí y la vida que llevé me enseñaron a interpretar el mundo”, afirmaba. Leer y viajar, que nos dijeron hace un tiempo en otra conferencia –permítaseme que olvide al sujeto, pero su idea se me quedó, que espero que sea lo importante–.
Luego, inevitablemente, el Pérez-Reverte que esperaba ver, desalentador y directo, salía del zurrón y regalaba crudas palabras a nuestros oídos. Y eso que para mí es un lujo que alguien te diga que el mundo es un lugar peligroso, que te han creado una falsa sensación de invulnerabilidad y que no vas a escribir un libro decente a no ser que seas un genio o hayas vivido durante mucho tiempo. Y que, por supuesto, cualquier imbécil puede ser un héroe, pero serlo con lucidez es algo más gratificante. Además, y pese a la inyección de escepticismo y amarga crítica, he creído ver un trasfondo de ánimo interesante: “Un periodista con un bloc y un lápiz es el ser más peligroso del mundo. Por eso se ha creado un gran tejido para asfixiarlo”. Aunque asfixiado, tener poder ya me parece mucho.
Mientras tanto, el periodista Jacinto Antón, el encargado de sonsacar el discurso a Reverte en forma de conversación informal, lo complementa, y a veces se permite aportar un toque positivo a las palabras del escritor. Pese a que Pérez-Reverte afirma que estuvo tres años conmoviendo a la sociedad desde los Balcanes, considera que aquello no sirvió para nada. Antón lo rebaja: “Siempre hay espacio para que el periodista haga algo grande”. De hecho, incluso el mismo Reverte consigue motivar directamente de vez en cuando. Y de qué manera: “El periodismo te aproxima al corazón humano. Es la mejor escuela de vida que existe”.
Jacinto Antón.
Por supuesto que podría decirse que todo esto es una opinión del autor. Yo, recién salido de mi cascarón de pipiolo mimado en un mundo de gomaespuma –esto me recuerda a lo que dijo cierto profesor sobre salir de la burbuja–, me permito el lujo de comulgar con ella. Quizá por ello las palabras de Reverte me parecen geniales. Pero comprendo que a otros les habrá inspirado mucha más tranquilidad la visión optimista de Jacinto Antón. Yo prefiero creer que ambas formas de ver las cosas forman parte de lo mismo.
No es que el autor de Territorio Comanche sea un pesimista. Como se suele decir, muchas veces se confunde el pesimismo con el realismo. Reverte solo dice que sabiendo todo lo malo que puede pasar, es absurdo ir por la vida con los ojos del inocente. Por ello afirma que la cultura, en el sentido de conocer todas las posibles eventualidades, es lo que a uno le salva la vida. No es necesario ir por ahí aplicando al pie de la letra sus metáforas bélicas propias del más cabrón sargento Hartman –“los reporteros de guerra éramos cazadores profesionales”; “seréis mercenarios al servicio de una empresa”; “en el mundo hay varios tipos de personas: guerreros, soldados, cobardes…”– pero sí tener en cuenta y nunca olvidar que “las cosas pueden acabar en cualquier momento”. Supongo que después de 21 años conociendo a “toda clase de hijos de puta”, de haber sobornado a autoridades para que detuvieran a Alfonso Rojo durante un día –todo por la exclusiva– o de haber pagado a un snaiperisti para que le dejara acompañarlo durante una jornada de “trabajo” –implicaciones éticas aparte– algo de crédito se le puede dar.
Si todos los pesimistas del mundo transmitieran tanta fuerza como Arturo Pérez-Reverte, posiblemente habría que revisar la definición del término. Mientras tanto solo espero que en los años que me quedan de carrera no se me olvide ni un solo momento lo que hoy he escuchado.
Que fort Dani! Jo també he triat aquest titular! :)
ResponderEliminarHey Dani! Insisteixo, m'agrada molt el teu estil en la redacció.
ResponderEliminarDiria que ens hem quedat amb la mateixa idea de la xerrada, tot i que jo ho estava vivint en plan "groupie".
Per cert, jo també he triat aquest titular...
Casualitat? No, putos amos.
No m'estranya gens que haguem agafat aquesta frase. És enorme, cosa que no treu que siguem els putos amos igualment xD
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