jueves, 12 de julio de 2012

Por qué quiebran los mercados, de John Cassidy

Es evidente que no a todo el mundo le interesa la economía, pero si alguien alguna vez se ha preguntado el porqué de algunas cosas respecto a esta crisis, las burbujas o cualquier fenómeno económico de los últimos tiempos, tiene a su disposición un libro que no está nada mal. Fuertemente enfocado en los Estados Unidos, pero perfectamente extrapolable a otros casos. La economía no será una ciencia exacta, pero hasta cierto punto el capitalismo funciona de manera similar en todas partes.

La portada de Por qué quiebran los mercados.
En primer lugar, hablemos de fallos de mercado.

La burbuja inmobiliaria y financiera fueron fallos de mercado causados, entre otras cosas, por la miopía del desastre, la irracionalidad racional y el dilema del prisionero, aspectos de la realidad que la economía utópica basada en la mano invisible de Adam Smith o las ideas del capitalismo laissez faire de Milton Friedman ignoraban. Además, modernas técnicas de análisis matemático aplicadas a las finanzas, como programas de software que analizaban las posibilidades y repercusiones de un desastre en los mercados, los denominados VAR, tendían a minimizar las consecuencias de una crisis: cuanto más difícil se planteaba una situación, más inútiles se volvían.

En este libro, Cassidy demuestra que no todo fue a causa de la poca previsión y precaución de inversores, bancos, agentes hipotecarios y familias endeudadas que no podían hacer frente a los pagos. Y lo hace desde una base teórica necesaria para la comprensión del complejo problema que Por qué quiebran los mercados se propone acercar al lector que no necesariamente es un gran conocedor de la economía.

Sobre la estructura del libro

Así pues, resulta muy acertado que Cassidy, como él mismo dice en la conclusión, haya decidido dividir el libro en tres partes diferenciadas: una que trata sobre la economía utópica, otra que muestra la economía basada en la realidad y una última que describe la burbuja inmobiliaria y crediticia.

Sin una base en las dos formas básicas de ver la economía y su historia, el lector se sentiría perdido al hablar de conceptos que pertenecen a una y otra y que Cassidy utiliza continuamente. Así, demuestra que la mayoría de decisiones que todas las partes implicadas tomaron, salvo aquellas que inevitablemente se produjeron por azar, están fundamentadas teórica o psicológicamente, más allá de explicaciones fáciles como la codicia y la sed de conseguir más riqueza (de las que indudablemente también hubo en muchos casos, pero que al fin y al cabo eran actitudes a las que el mismo sistema ayuda: el éxito pasa por pensar en uno mismo y en su propio beneficio).

Los culpables


El libro muestra cómo el sistema en sí mismo propiciaba situaciones indeseables como el excesivo apalancamiento de los bancos; es decir, demasiados activos respaldados por deuda en lugar de capital, y daba a los directores bancarios unos incentivos que animaban a la asunción de riesgos. En un sistema en el que hay mucho que ganar y poco que perder, resulta individualmente irracional no arriesgar si los demás lo están haciendo y existe el peligro de quedarse atrás, a pesar de que esto lleve inevitablemente al desastre.

Según la teoría económica, son los incentivos los que deben mover a los agentes hacia la búsqueda de su propio interés, y en definitiva hacia un mercado eficaz. En este caso, estaban totalmente distorsionados y afectaban desde el primer actor, los propietarios y especuladores de viviendas que recibían préstamos hipotecarios a tipos inusualmente bajos y que veían cómo los precios no dejaban de subir, hasta el último de ellos, los reguladores y políticos, que vivían en una ilusión de armonía que les llevó a confiar ciegamente en el mercado, ofrecer tipos de interés bajos y optar por el camino de la desregulación. Así pues, los incentivos acabaron magnificando hasta límites insospechados el problema de la burbuja.
Precio de la vivienda en EEUU (enero de 2001-mayo de 2009).
Fue en este frente, el de la política, desde donde también se llevaron a cabo acciones arriesgadas, tardías y manifiestamente erróneas. La Reserva Federal (el banco central de los Estados Unidos), que había favorecido durante los últimos años una política de desregulación y laissez faire que propició la creación de activos financieros fraudulentos y peligrosos, había permitido todo esto gracias a su presidente, Alan Greenspan, que entre 1987 y 2006 había mostrado una confianza ciega en la economía utópica y la firme idea de que las intervenciones por parte del sector público no eran en ningún caso más eficaces que la propia autorregulación del mercado.

Así pues, ¿quién fue el culpable de la crisis? Cassidy nos enseña que todos contribuyeron, en mayor o menor medida. Con un sistema enrevesado y engañoso (algunos, como Alan Greenspan, dirían complejo, perfeccionado y lo bastante seguro como para evitar desastres financieros) las señales de precios de Hayek, según las cuales el precio de un producto o servicio refleja el conocimiento que se tiene, estaban totalmente fuera de control, y activos tóxicos y paquetes formados por hipotecas subprime que no valían nada o que tenían un alto riesgo de convertirse en verdaderos problemas para aquellos que los poseían o aseguraban no dejaban de subir y subir. Al mismo tiempo, los prestatarios de hipotecas compraban racionalmente a tipos bajos, creyendo que el precio de la vivienda seguiría subiendo y subiendo ad infinitum.

Soluciones

Por qué fallan los mercados no se limita sólo a ofrecer un repaso histórico del estudio de la economía y a describir con precisión en qué consistieron las burbujas, sus precedentes y la contribución al desastre de cada uno de sus actores. Como es lógico, Cassidy tiene una opinión al respecto de todo lo que ha ido comentando, que deja entrever ya durante toda la tercera parte del libro, y dedica la conclusión, entre otras cosas, a proponer una nueva manera de organizar el sistema.

PIB nominal de los EEUU, beneficios financieros y beneficios no financieros (1970-2006). Fuente: Deutsche Bank.
Desde las entidades no bancarias que en la práctica actuaron como intermediarios financieros, los bancos que se endeudaron demasiado y otras corporaciones que operan en el mercado de finanzas, hasta los agentes hipotecarios que ofrecían a las familias préstamos que él denomina depredadores y los solicitantes de hipotecas que mentían acerca de su solvencia, el autor apuesta decididamente por una vigilancia y endurecimiento de las leyes mucho mayor a la que han llevado a cabo la Reserva Federal y los sucesivos gobiernos del país durante las últimas décadas.

Cassidy interpreta que se puede llegar a un nivel de regulación que mejore el mercado, haciéndolo más seguro ante las crisis y sin llegar a asfixiar el espíritu emprendedor. O sin establecer un sistema socialista, una palabra que parece causar pavor entre muchos sectores de la política y la empresa estadounidenses, y seguramente entre millones de ciudadanos (a los que han educado en ese sentido, por otra parte). Superando ese miedo inicial, que contrapone libertad y regulación estatal, se podría mejorar el sistema y obtener un beneficio para todos sin necesidad de atacar los venerados derechos del individuo.

Conclusión

Por qué quiebran los mercados acerca la teoría económica y un caso de gran complejidad como es la burbuja crediticia norteamericana con sorprendente facilidad, si bien el lector no habituado (como yo mismo) puede llegar a perderse entre siglas y productos financieros de diversa índole. En ocasiones llegué a leer el mismo párrafo varias veces antes de captar lo que el autor quería decir y poder relacionarlo con conceptos anteriores. Precisamente interpreto que esta dificultad de comprensión que en ocasiones se presenta es un reflejo del nivel de complicación que alcanzaron los mercados de hipotecas subprime y de finanzas, que alcanzaron un nivel de oscuridad y enrevesamiento donde los activos poco claros y las operaciones en la sombra sin duda aumentaron las consecuencias de la inevitable explosión.

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