Portada del libro El cementerio de Praga - Ed. Lumen. |
Me he terminado El cementerio de Praga como el que se quita de encima una asignatura pendiente, y no me he sentido absolutamente tranquilo –al menos en el aspecto literario– hasta que he llegado a la última página de la historia. Y, por consiguiente, a las para mí absolutamente necesarias “inútiles aclaraciones eruditas” que coloca Eco al final y a modo de resumen; esto es, un compendio de capítulos, fechas y situaciones que ayudan sobremanera a recordar aquello que se ha leído. Necesarias, digo, porque la historia está narrada desde el presente y en retrospectiva a partir de la escritura de un diario personal, al que tanto el lector como el Narrador se asoman y pueden extraer sus propias conclusiones, y el tiempo se va intercalando e incluso confundiendo si pasa mucho tiempo entre lectura y lectura –como ha sido mi caso–.