jueves, 24 de febrero de 2011

El cementerio de Praga

Portada del libro El cementerio de Praga - Ed. Lumen.
Me he terminado El cementerio de Praga como el que se quita de encima una asignatura pendiente, y no me he sentido absolutamente tranquilo –al menos en el aspecto literario– hasta que he llegado a la última página de la historia. Y, por consiguiente, a las para mí absolutamente necesarias “inútiles aclaraciones eruditas” que coloca Eco al final y a modo de resumen; esto es, un compendio de capítulos, fechas y situaciones que ayudan sobremanera a recordar aquello que se ha leído. Necesarias, digo, porque la historia está narrada desde el presente y en retrospectiva a partir de la escritura de un diario personal, al que tanto el lector como el Narrador se asoman y pueden extraer sus propias conclusiones, y el tiempo se va intercalando e incluso confundiendo si pasa mucho tiempo entre lectura y lectura –como ha sido mi caso–.

La trama tiene sus giros y sus sorpresas, evidentemente, pero casi nada de lo que pasa es demasiado inverosímil o confuso. De hecho, el autor deja claro en estas aclaraciones que los personajes de la obra existieron realmente, que hicieron lo que hacen y que sólo en algunos casos una persona ha encarnado a más de un actor de la realidad o se ha inventado algún personaje menor. Así pues, podemos encontrar a Simonini hablando sobre o con personajes como Garibaldi, Alejandro Dumas –padre e hijo o Sigmund Freud, y asistiendo y participando en la unificación de Italia o en la Guerra Franco-Prusiana, la Comuna de París o teniendo un papel central, aunque siempre secreto, como falsificador en el affaire Dreyfus.

El protagonista de la obra, el piamontés Simonini, es irracionalmente antisemita, como lo fue su abuelo, y la novela es su viaje a través del espacio –en ciertas épocas más que en otras– y el tiempo –el diario transcurre apresurado a veces, interminable en otras– hasta convertirse en el anónimo autor de los infames Protocolos de los Sabios de Sión, empleados entre otros por Adolf Hitler décadas después para justificar la llamada solución final. De hecho, a Simonini las cosas casi siempre le vienen solas, y pasa de falsificador a asesino, de asesino a espía, de espía a esquizofrénico desmemoriado o de enfermo a maestro del disfraz como quien cambia de chaqueta. Milagrosa y astutamente, Simonini consigue mantenerse con vida mientras los cadáveres se amontonan a su alrededor y vuelan cuchillos que van a clavarse en la espalda de alguien, y mientras tanto su fábula, que refleja una reunión secreta de rabinos en un lóbrego cementerio de Praga, que va retocando a medida que avanzaban los tiempos y las situaciones, se va transformando y adaptando hasta dar lugar al conocido documento apócrifo.

Simonini no es un héroe, tampoco un interesado demasiado evidente, no suele mostrar compasión o admiración por nadie y queda bastante claro que se trata de alguien autosuficiente pero en ocasiones manejado por los demás. Pese a esto, es un personaje con un magnetismo notable y sus tribulaciones llegan a ser, en ocasiones, adictivas. En cualquier caso, no se percibe entre las páginas del libro –al menos yo no lo hago– ese espíritu de best-seller, un cliffhanger angustioso en cada final de capítulo, amores prohibidos –la sola idea repugnaría al propio Simonini–, secretos inescrutables… Al menos, el lector no se sentirá privado de sabotajes, crisis de identidad, espionaje militar del bueno y falsificaciones a mansalva capaces de convulsionar países enteros. Incluso una intriga de fondo concerniente a los protagonistas, que se mueven en torno a un diario común, impregna el fondo del libro hasta el tramo final y consigue que el lector no olvide el presente en pos de las anotaciones en el diario.

3 comentarios:

  1. 80 palabras en la primera frase! Di que sí campeón! xD

    Bromas a parte, guay (qué facilidad de palabra! xD)

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  2. El Eco autor de ficción está muy bien, pero el Eco semiólogo es descomunal. Te recomiendo la lectura de su obra La estructura ausente.

    Post interesante y bien escrito, por cierto.

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  3. Albert, ya conoces y sufres mis problemas con la brevedad a la hora de escribir frases y textos en general, es algo que estoy intentando mejorar (poco a poco) xD Pero gracias por comentar :D

    Y muchas gracias profe, me buscaré el libro ahora que de momento el volumen de trabajo permite un mínimo de tiempo libre.

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