miércoles, 23 de enero de 2013

La cultura del fracaso

Hace poco, por cosas que no vienen al caso y que no recuerdo del todo, comencé a interesarme por la cultura del fracaso. Es decir, y tal y como yo lo entiendo, por la naturalización del error en tanto que constituye un intento de emprender algo, y no como muestra de que uno es un inútil.

Después de leer varios posts aquí y allá lamentando que en este país no existe una verdadera cultura del fracaso, que quien se equivocó una vez es un apestado, mientras que en Estados Unidos se considera incluso deseable haber caído un par de veces (quiero creerlo) por todo aquello que se aprende y todo lo que demuestra de una persona (perseverancia e ilusión, sin ir más lejos) he decidido aportar mi granito de arena. O mi muro de palabras.

Esto no pretende ser una oda al fracaso, no concibo que debamos tener carta blanca para hacer cuantas animaladas se nos ocurran. Sin embargo, sí estoy a favor de relativizar el asunto, sintetizándolo en una especie de "lo que importa es participar, intentarlo y aprender... con la idea de que eso te acerque a la victoria algún día".

Por ilustrar.
La universalidad del fracaso

En primer lugar hay una idea bastante importante en torno al tema, y es una cuestión de simple visibilidad. Mientras podemos ver continuamente infinidad de éxitos (en televisión, en internet o en nuestra misma nevera) los fracasos, pese a ser mucho más numerosos, resultan casi invisibles a nuestros ojos. Al menos hasta que la crisis destapó que esto no es una película, un sueño dorado, y que el dolor y la miseria son más cercanos de lo que pensábamos. Y que además en muchos casos no es tanto por nuestra culpa sino por un sistema que nos putea todo lo posible (simplificación extrema).

Pero pese a la crisis, el malestar o la miseria, las lucecitas y las alfombras rojas pueden eclipsar todo lo demás, y uno puede obcecarse con estar ahí, porque no parece tan difícil. Vamos, que si uno sufre un revés no es descabellado pensar que es el único inepto, que se encuentra en un pozo sin fondo del que nunca saldrá mientras todos a su alrededor brindan con cava/champán/Pinky con burbujitas y celebran sus continuos logros (algunos algo turbios, por qué no, aunque esto no me consta). El éxito es habitual, el fracaso es anormal e indeseable. Y entre la inmovilidad y el desastre, mejor quedarse quietos, no vaya a ser.

Pues no. Me atrevería a decir que (casi) todo el mundo ha fracasado alguna vez, y el camino del éxito no tiene pinta de ser nada fácil visto desde abajo. Saber aprender de los errores e incluso salir fortalecido de ellos puede ser mucho mejor que no hacer nada por miedo a romper algo. Se suele decir en este sentido que Edison erró cien veces antes de inventar la bombilla, y además tuvo tiempo de ir jodiendo a Nikola Tesla por el camino.

Así fue la cosa. Imagen: ThinkGeek.
La paciencia y todo lo que no son negocios

Hay una última cuestión, lo que yo entiendo como distintos tipos de fracasos. Los hay fatales y los hay que tienen solución. Una cosa puede ser, a mi modo de ver, un fracaso temporal que con suficiente esfuerzo y, por qué no, suerte, puede devenir algo de provecho. Está claro que si del éxito depende la rentabilidad a corto plazo del propio proyecto no habrá tiempo para demasiado ensayo y error: es el clásico ejemplo empresarial de "o genero beneficios pronto o esto hay que cerrarlo". Pero si algo se hace simplemente porque gusta, con la sencilla voluntad de compartir aquello que nos apasiona (autobombo inside) y al principio no funciona, tirar la toalla no hará más que confirmar que aquello no era más que un inevitable descalabro.

Esto ya se sale del guión, pero no quiero irme sin antes señalar que estamos en un mundo agresivo, hostil y donde todo parece que va destinado a ganar más que el resto, que no son más que competidores. Tanto vendes, tanta audiencia generas, tanto vales. Cualquier cosa que implique simplemente aprender, mejorar y prepararse, o disfrutar a secas, se les puede antojar a muchos una perfecta pérdida de tiempo. Porque no da dinero, porque no resulta rentable. Porque no tiene cabida en el mercado.

Ésos fracasaron hace mucho.

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